Esther S. renace

Y entonces bajó por las escaleras, toda guapa, y cantó. Una a una fueron cayendo “Di Grine Kuzine”, “Schlof zhe main Feigele”, “Oifn foirl”, “Lilly Marleen”… cuyas letras explicaba entre canción y canción: la historia del soldado alemán Hans Leip que tras ser trasladado al frente ruso en la I Guerra Mundial recuerda a su novia, la hija de un tendero de Hamburgo, su ciudad natal; la decepción de una inmigrante tras viajar desde Europa a EE.UU; las canciones de cuna yiddish de los judíos que vivían en Alemania…
Según supe luego por Esther, Xavi le habilitó en el "Marx" un camerino en el que había un espejo, fruta fresca y una botella de cava. También preparó un vídeo en el que se observaban escenas de principio de siglo de Berlín, en aquellos felices años veinte cuando podían juntarse en un mismo bar Fritz Lang, Bertolt Brecht y Max Reinhardt, años antes del Deutches Reich (imperio alemán). Al final vino mucha gente, que se lo pasó de lo más bien.
Una semana después, mientras cenaba en su casa como casi cada viernes, Esther me contó que ahora que Zora, Anouk y Mylène son ya algo más mayores, le gusta arreglarse y salir a cantar, después de romper el hielo hace unos meses en un pub inglés donde interpretó tres temas. “Me pongo muy nerviosa, pero soy feliz. En ese momento no me acuerdo de nadie: soy simplemente yo”, explicó. Por cierto, la canción con la que más disfrutó en su ya mítica actuación en el “Marx” fue “Bel ami” (bello amigo), donde se recrea la historia de un gigoló. Por lo que pude entender, la canción trata de un joven que tiene mucho éxito con las mujeres. “No es que sea muy guapo, pero es muy carismático, es muy galante, pero… qué es lo que tendrá que no tienen los demás”, insinuaba Esther, subida a la pequeña tarima mientras intercambiaba sonrisas cómplices con sus amigas (a diferencia de ellas, que estaban completamente al tanto del secreto del gigoló, los varones presentes en el “Marx” nos concentramos en los vasos…).
Al final de la cena, le dije a Esther que aunque uno crea conocerse, a veces se lleva sorpresas. Y también que aunque seamos en un 60-70% como nos ven los demás, en el otro 30-40% está realmente la chispa de la vida. Pero por entonces ella había dejado de estar allí y volaba por praderas interestalares pensando en su nuevo repertorio. “Cést la vie”, pensé, justo antes de ponerme la chaqueta y de irme a seguir “cantando” al “Marx"…