Treinta días de severo escrutinio de mi techo

Imagen de Ana Montserrat

Por razones altamente aburridas he pasado treinta días y treinta noches en posición horizontal. La morfina y sus derivados caseros de venta en farmacia me han acompañado en este viaje inmóvil. El techo, mi techo, situado exactamente sobre mi cama es blanco y liso. El gotelé posibilita sombras, cráteres, constelaciones; el yeso liso y blanco no. Nada. Lo tienes que inventar todo tú, desde el vacío.

En treinta días he tenido tiempo para prometer, soñar, reinventarme una y otra vez. Cuando me levante seré una persona nueva. Seré monja, aventurera, bailarina…No, mejor seré chamán. Al final me quedé con una personalidad asequible. Seré una persona de esas que nunca se queja y disfrutaré de cada segundo, de cada cucharada de yogur, de cada pisada en la arena. Meditaré y pasearé todos los días. Comeré y respiraré mejor.  Todo a mi alrededor indicaba que esa era la solución a todo. Yo no veía a nadie pero no tenía más remedio que escuchar a todo el mundo. El presidente del gobierno hablaba en positivo de que el país se iba a la mierda; el neurocirujano no me hablaba de cirugía sino de acupuntura; el acupuntor  no me hablaba de energía sino de abrir la mente para que las agujas no dolieran; el fisioterapeuta no me hablaba de músculos sino de respirar y desconectar la cabeza; la masajista no me hablaba de contracturas sino de buscar lo positivo del dolor; mis amigos no me decían “vaya putada” sino que me aconsejaban sacarle lo bueno a este parón. La sociedad se estaba convirtiendo a la religión zen. Todo a mi alrededor indicaba que respirando bien se arreglaba todo pero a mi la morfina me funcionaba mucho mejor que el yoga. Afortunadamente llegó un día en el que me levanté.

Ahora comienza mi soñado futuro en vertical. Va todo lento, muy lento. El horizonte ya no es blanco y muchas cosas han cambiado. Por ejemplo, ya no leo ni escucho a ningún político. Otro ejemplo: he puesto el móvil en modo silencio. Pasada la morfina ha vuelto el dolor, tímidamente, y la vida, lentamente. Me gusta escribir. Me gusto yo y mi vida sin yoga. Adiós techo y gracias por ralentizar un poco mi vida. Adiós morfina mi amor. Espero no necesitarte más pero el saber de tu existencia alivia la mía. ¡UF!

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