En este reportaje del Magazine planteo la irresistible fuerza que tienen los rumores hoy día. Y también el motivo por el cual a la gente parece importarle muy poco que lo que transmite sea verdadero o falso. Al parecer, cuando las instituciones no son percibidas como creíbles, la gente busca instintivamente cubrir esa necesidad con el panadero o con el vecino de la escalera. Marc Argemí, una de las personas que entrevisto, lo explica muy bien: "antiguamente –explica– había un adagio que decía: ´los hechos son sagrados y las opiniones libres´. Sin embargo, ahora hemos pasado a que las opiniones son sagradas y los hechos libres", ironiza. Tal vez por ello, triunfan los cotilleos, las habladurías, los tópicos, las leyendas urbanas y, en general, los chismorreos.