Ayer no

Imagen de Josep Fonti

Ayer, estando en el metro, vi a una mujer, de unos 50 años, no muy atractiva pero interesante, y la estuve mirando y me dije, esta mujer es interesante, quizá debería acercarme y entablar conversación y preguntarle si aceptaría que le hiciese fotos algún día, un retrato, con luz natural y ella vestida igual que ahora, con la misma ropa y, a ser posible, la misma expresión. Pero...de pronto se levantó, y salió, y me dejó parado, plantado, pensando en que nunca cambiaré y que debería de haberme atrevido a hablar con ella. Algún día me atreveré, pensé, mientras cerraba los ojos e intentaba recordar las muchas veces en las que me he quedado sentado, sin hacer nada, solo, nublando mi cabeza con remordimientos mientras las puertas se cierran siempre con el mismo ruido. Bien, no exactamente: las teclas de un piano no suenan siempre igual, y a veces las puertas tardan más en cerrarse, como ayer, que tardaron, y con la espera y las nubes apenas me di cuenta de que estaba abandonando el vagón y de que mis piernas, como tercas mulas tirando de un pesado carro, me conducían, me llevaban y, poco a poco, conseguía alcanzar a la mujer. Juntos subimos las escaleras que llevan a la calle donde, por suerte, la luz del paso de peatones la obligó a detenerse, igual quea mi. Y entonces se lo pregunté, y me dijo que no.

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