Konjevic

Imagen de Joe Casarrubios

En la vida puedes tener dos ideas y llamarte George Lucas o tener un millón y llamarte Konjevic: la diferencia se cuenta en ceros a la izquierda del símbolo del dólar. Se dice que Lucas consiguió 2.500 millones de dólares simplemente a base de vender galletas con la imagen de C3PO, tazones con la forma irregular de la cabeza de Yoda y sartenes con el mango verde de la espada jedi. Luke Skywalker fue la primera de las dos únicas ideas que ha tenido en sesenta años. La segunda se la proporcionó su perro, llamado Indiana. El resto es historia.

Del otro lado, Konjevic. Inventor incansable, ha trajinado con docenas de extraños objetos dándole formas y aplicaciones impensables para un neófito en ciencia. La leyenda dice que en 1970 había inventado un motor que se alimentaba a base de agua del grifo y que los grandes lobbies del petróleo acabaron con su esperanza de comercializarlo. Un halo de misterio lo envolvía pero de él nunca se supo que se hiciera millonario con sus invenciones. Sus memorables ideas no se tradujeron en dinero contante y sonante, a pesar de haber soñado en convertir el agua en gasolina.

Tuve la ocurrencia de coincidir en el colegio con el hijo de Konjevic. Lejos de la España actual en la que no es difícil coincidir en la cola del metro con un nativo de las Islas Salomón, Konjevic Jr. resaltaba en el patio de los Salesianos como un moscardón en una crema de champiñones.  Lejos del posterior glamour que alcanzaron los balcánicos gracias al baloncesto, Konjevic era pasto de las bromas, pesadas en su mayoría. La cobardía me impedía acercarme a él y servirle como bálsamo, aun cuando el hijo del extraño inventor croata mantenía la entereza más allá de las inocentadas. Para el común de los niños masa allí presentes, hablar de su padre requería previamente realizar un conjuro, como si se tratara del mismísimo Belcebú. La adición del topónimo yugoslavo a la palabra inventor no tenía buena prensa entre la turbamulta estudiantil de los setenta. El polémico alquimista, mientras tanto, trajinaba sin desmayo con formas y texturas, ajeno al sordo silencio de su hijo.

Su leyenda se agigantó a medida que las noticias de sus nuevas invenciones nos salpicaban: se hablaba de la curación del reúma con una máquina milagro, y ya no sabías si los descubrimientos que se le atribuían eran suyos o provenían de los típicos expertos locales en propagación de rumores. Sin duda, mi invento preferido era la sobrecogedora máquina de recoger propinas, verdadero ejemplo de adelantar la respuesta a la pregunta o de crear soluciones a problemas inexistentes.

No seguí la pista a aquellos yugoslavos afincados en Valencia, aunque cuando paro a repostar en las gasolineras nunca he llegado a ver un surtidor con el producto Agua al lado del Sin Plomo 95. A cambio, el apellido Skywalker ha reinado como el más taquillero en los cines de medio mundo a lo largo de 40 años. Será una cuestión de ideas.

Desarrollo web, diseño y mantenimiento: Toni Carpio - tc@tonicarpio.com - tonicarpio.com