Cincuenta segundos sin Mathilde

Imagen de Josep Fonti

Te giras y ves a tu ex novia, a la que pusiste los cuernos hace tiempo, y a la que has venido a ver a este pueblo maldito plagado de recuerdos, con la esperanza de, precisamente eso, de verla, porque has estado pensando en ella cada día y cada noche desde que te dejó, y, aunque ella te dijo que había conocido a alguien, tu nunca te lo creíste hasta hace un segundo. Está con ese tío ahora mismo, cruzando el parking que tienes al otro lado de la calle. Sonríen y tontean, y en tu cabeza, como las letras de un panel de esos antiguos en los que se anunciaban las llegadas y salidas de los trenes, tus pensamientos pasan a ritmo de metralleta mientras sientes como si un tren de alta velocidad te pasara a un centímetro de la nariz. Sin pensarlo, empiezas a andar rápidamente hacia ellos, después de haber recogido torpemente, y guardado en los bolsillos, los pedazos de corazón que hay desparramados por el suelo. Les sigues y avanzas acelerando el paso, mientras te vas dando cuenta y asimilas que ya no le importas una mierda. Tu cuerpo, que anda solo, porque tu mente se ha quedado en modo pause quince segundos atrás, está a punto de estallar. No sabes qué días es, ni dónde estás, ni qué estás haciendo, pero sabes muy bien lo que vas a decir y lo rápido que lo harás. Gritas su nombre, la primera vez con la misma voz que tenías a los 15 años. A la tercera, se giran. Te acercas lo más rápido que puedes, sin correr, y tras una breve mirada sobre la que se podría escribir un libro entero, giras la cabeza y le miras a él, que se ha sacado un paquete de tabaco para ofrecerte un cigarrillo que tu rechazas diciendo que no fumas, al mismo tiempo que levantas la mano y te das cuenta de que estás temblando como nunca antes habías temblado. Mientras intentas arrancar y decir algo, como un coche viejo una mañana de enero, le escaneas y te preguntas... ¿¡cómo puede estar con ese tío!? Entonces, tras conseguir hablar y decirle que quieres que la haga feliz y que no le haga lo que tú le has hecho, porque no se lo merece, un par de chicos os interrumpen y les piden fuego, momento que aprovechas para abrir la boca por ultima vez y decir que debes irte o perderás el tren, y aunque sabes muy bien que tienes tiempo de sobra, te giras, y te vas.

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