Comer en tiempos de guerra
En el número 47 de la Rue Montcalm, quinto piso, primera puerta a la derecha, monsieur Le Saout me invita a comer hoy, domingo. Este hombre mayor, al que solo he visto peinado una sola vez, vive justo debajo de mi buhardilla. Vive solo, y cada semana me llama por teléfono (“soy el del sud”, es lo primero que dice), para que baje a echarle una mano con el ordenador, el wifi o simplemente para tener alguien con quién hablar.
Encima de la mesa en la que vamos a comer hay un cuenco de vidrio transparente con cuatro tomates grandes recién pasados por agua y un paquete de jamón dulce por abrir. El pan está en la nevera, el ordenador encima de la mesa de planchar y el teléfono en el suelo. La casa es grande y luminosa, con las paredes vacías y un desorden uniforme en todas las estancias.
Empezamos a comer al tiempo que él empieza a hablar. Su tema favorito es el pasado, y sus palabras más usadas son “guerra” y “época”. En el televisor, que lleva encendido desde que he llegado, dan un documental sobre un hospital francés de heridos de guerra; la guerra de Afganistán. Escenas de quirófanos sanguinolentos, de rodillas como puños y de ex combatientes contando como volaron por los aires, se repiten y se repiten, y el tomate, no sabe igual. El jamón aún menos.
-¿No tienes ganas de ir a Afganistán? –pregunta
-No…- respondo, mientras pienso si estará de broma o no, ya que no le conozco muy bien.
-Para pasear y ver el paisaje... –añade, haciéndome reír.
El monsieur tiene 85 años y es la única persona que conozco que curva la boca hacia abajo cuando ríe. Sus orejas son grandes y sus dientes, como las teclas de un piano. Vive encerrado aquí la mayoría del tiempo, y desde hace un par de meses, anda preocupado por su hija, que se está divorciando y le empieza a costar llegar a fin de mes. Ella vive en Italia, pero hablan todos los días por Skype.
Ahora, una luz suave y difusa, empieza a bañar delicadamente platos, vasos y cubiertos. El pan coge textura, y las botellas de aceite, vino y vinagre, brillan dando todo su color.
De postre habrá mousse de chocolate.