Milka

Imagen de Joe Casarrubios

A Papi Junior le encantan los animales, básicamente los que están disecados. Su furor anti animal es tan exagerado que llega a ser celebrado por sus amigos, que juran no haber visto nada semejante en la vida. De pequeño tuvo una experiencia ultrasensorial con un gran danés miope que lo confundió con su plato de comida y a lo largo de los años ha ido desarrollando una forma de rechazo de intensidad infinita hacia toda forma de vida animal.

Por desgracia para él, su recién nacida hija resultó ser una completa chiflada de los animales, sobre todo de los de cuatro patas. Papi Junior todavía se pregunta qué gen materno predominó en la gestación del feto, pues la niña ha resultado ser el lado oscuro de su propia realidad. Como los nudillos de Robert Mitchum en “La noche del cazador”, la vida en casa de Papi Junior es una mezcla perfecta de amor/odio hacia los canes. Finalmente, la hija resultó ser la ganadora.

Desde que tenía 1 año, la niña recitaba sin descanso un desconsolado mantra: “Papá, quiero un perro, papá, quiero un perro, papá, quiero un perro, papá…” Tres años bastaron para que Papi Junior diera su brazo a torcer y apareciera en acción como Pedro por su casa Milka, un endiablado cachorro de maltés con carita de pena y aspecto de cabrita suiza de Heidi. “Guau, Guau”, decía sin parar la perrita, “fuera, fuera” gritaba desaforado el hombre, en una guerra sin cuartel que dura hasta hoy. Lo peor del asunto es que la perra, sabedora de las flaquezas del inefable padre, lo sigue sin parar allá donde va. Que Papi Junior se despierta y va al cuarto de baño, allá está Milka esperándolo con sus ojos de pena infinita. Que Papi Junior abre un armario para colgar la chaqueta, Milka salta desde dentro para saludar a su amo. Viven en un completo equilibrio de poder.

Pasado un tiempo, el hombre albergó la esperanza de acostumbrarse a vivir con la perra y abandonar ese sobresalto perpetuo en el que malvive. Hace unas semanas se levantó optimista, pensando que por fin había culminado el proceso mental de adaptación a la vida en pareja (hombre-perro) cuando de repente notó como un súbito escalofrío le salpimentaba el espinazo: escuchó a su hija recitar en voz baja otro de sus poderosos mantras: “Papa, Milka va a tener cachorros, papá, Milka va a tener cachorros, papá…” 

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