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Sergio Dalma

Me llamaba Sergio Dalma. Decía que me parecía mucho a él. Eso fue antes de que perdiera definitivamente la vista. María tenía un glaucoma. Me encargaba de llevarla a rayos X, a radioterapia y a todos esos sitios llenos de máquinas, batas blancas y gafas de aumento. También yo llevaba bata. Era verano. El jefe se me acercó y me dijo muy educadamente que no podía hacerne un contrato, pero que no me preocupara, que el encargado de la ambulancia necesitaba un ayudante y yo era el más indicado para el puesto. Accedí.

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